26 dic 2008

A mis hermanitos colifatos (O la magia de la palabra)

Soy de la última generación que estudio los Evangelios de San Juan en griego y latín.

Ayer, día de Navidad, en Misa volvimos a leer el texto bíblico y me recordaba a mi mismo recitando en clase el “In principio erat Verbum, et Verbum erat apud Deum, et Deus erat Verbum. Hoc erat in principium apud Deum.”. "En el principio era la Palabra y la Palabra era Dios y la Palabra estaba con Dios".

La palabra ha tenido a lo largo de la historia una dimensión divina -Logos, Vebum- y una dimensión cotidiana y comunicativa. Probablemente dentro de esta última alcanza su máxima expresión cuando es instrumento terapéutico, de integración y, por supuesto, de amor entre los hombres. Y su mínima, la más execrable, cuando es vehículo de la manipulación y de la mentira.

Vivimos en una sociedad donde la solidaridad está de moda. Y también en este terreno, elevado a principio normativo y piedra miliar de los ordenamientos jurídicos contemporáneos, la palabra se hace demagogia y habitó entre nosotros.

La solidaridad social del liberalismo es parte de la mentira del sistema dominante, una moda pasajera, un símbolo más del “packaging” social con la que todo ha de ir etiquetado. Y todos los productos solidarios no son más que fruto de una solidaridad superficial y sensiblera que sirve para ocultar nuestra mala conciencia y parte de nuestro desorden moral hacia las personas más necesitadas ahora llamadas “dependientes” o “con riesgo de exclusión social”·

Nuestro mundo, con esa nueva presentación, sigue practicando una solidaridad de escaparate y de limosna, y donde la idiotez del género humano se manifiesta en las mesas petitorias, maratones televisivos y “rastrillos” que vienen a aliviar la conciencia de un mundo que no quiere dar una respuesta definitiva a la exclusión social y que se niega a que ese principio constitucional pase a ser parte prioritaria de la estructura del estado.

La política, desentendiéndose de esta misión, ha subrogado en los colectivos afectados la responsabilidad y trabajo de integrar social y laboralmente a los más necesitados.

Hoy, en estas fechas navideñas, y todo el año, vamos a recordar a aquellos héroes que luchan a diario por encontrar un sitio en nuestro complicado mundo. A aquellos que necesitan la palabra en su dimensión de compromiso, de cariño y de solidaridad no sólo para sentirse reconfortados sino para abrirles y abrirse, aunque sea a codazos, las puertas de un mundo puñetero que no es que esté loco sino que el ser humano es extraordinario en su insensibilidad y hedonismo.

A mis hermanitos colifatos de todo el mundo, enfermos mentales, discapacitados psíquicos, físicos, sensoriales, a todos, que vais recogiendo la palabra yo os doy mía. Aquí y en donde haga falta nos seguiremos encontrando.

1 comentario:

Berenice dijo...

Nuestro mundo, con esa nueva presentación, sigue practicando una solidaridad de escaparate y de limosna, y donde la idiotez del género humano se manifiesta en las mesas petitorias, maratones televisivos y “rastrillos” que vienen a aliviar la conciencia de un mundo que no quiere dar una respuesta definitiva a la exclusión social y que se niega a que ese principio constitucional pase a ser parte prioritaria de la estructura del estado.

Chapeau.

Muakiss