
Las hogueras del campamento concentran a nuestros soldados que, nerviosos por entrar en batalla con los antropófagos, ahogan su ansiedad con un buen vino del Terrerazo de las mejores viñas de nuestro bello y valentino Reyno de Ítaca.
Con la voz y crepitar de los fuegos los hombres y mujeres empiezan a entonar evocadores cantos de nuestra amada tierra, tan lejana en el tiempo como en la distancia.
Y como los viejos combatientes de los inviernos siberianos, cuyos gélidos cuerpos se rompían a la vez que avanzaban honrando el recuerdo de la bella “Lilí”, empiezo a entonar un himno nuevo dedicado a mi gran Reyno representado por la belleza y la inteligencia de la ninfa Calipso, crisol de las virtudes y bondades de nuestra raza y civilización.
En él se funde la solemnidad y marcialidad propia de los cánticos de lucha y el lirismo sarraceno evocador de la magnificencia y esplendor de nuestra tierra. Mi mano de soldado le impone un sentido heroico como la de los viejos cristianos, dispuestos al mayor de los sacrificios en la defensa de nuestra fe e identidad.
Todos, enardecidos pero a la vez cansados, elevamos como si de una oración se tratara este nuevo cántico de amor y de guerra que presidirá en el futuro cada una de nuestras campañas hasta la definitiva conquista de la nueva Troya, capital de nuestra sagrada tierra media.
Primera Chrónica aprócrifa de la conquista de la nueva Troya en el año MMIX de la Era de Nuestro Señor. (y V)
smarah@hotmail.es
1 comentario:
Ya no me quieres... Me tienes castigada contra la pared.
Pero, no me importa porque llevo torta, lalarí lalará...
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