
Tras la victoria de Rafa Nadal sobre Federer todo el mundo ha presenciado, y yo estremecido, como este gran jugador -probablemente hasta hoy el mejor, lloraba emocionado tras su derrota.
Muchas veces la entereza supera la virtud y se adentra en la impostura resultando una muestra mas de la hipocresía dominante. La emoción hecha lágrimas es, porque no, un gesto de humanidad y de sencillez. Federer lloró su derrota pero todos celebramos su grandeza.
Lo mismo que con el Gran Campeón, Rafael Nadal que, lejos de exteriorizar con estridencias y exagerados gestos su victoria, celebró con sencillez su éxito y dedicó sus mejores palabras y abrazos a su compañero vencido.
Ayer vimos un gran encuentro entre dos grandes hombres y dos grandes corazones amigos.
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