
me deshago en abrirte,
corro a tus risas, frescor del día.
Ancho abrazo de tu suerte
y la mía, enredadas, suave
ir y venir de este sueño.
Beso delgado, ágil laberinto
que traspasa cobre, se cuela
hacia ti y vuelve a mí, húmedo,
regando la estancia blanca
que me acoge. Azul también.
Magenta en mis mejillas
que reciben tu sol.
Supiste ser magia en palabras.
Ayer quisiste que nos encontráramos.
Libre. Aire en viento alado, agua
recorriendo estos cuerpos
tan lejanos. Esta boca fresa.
Te como la boca en el fluir
de nuestro espacio azul,
paredes que cambiaron de color
al paso de tus dedos aquella tarde.
Sabes a mar, a la sal de sus rizos
cuando nacen y mueren. Ritmos.
Ese baile caliente abriendo mis pulmones,
llevándome a la arena, ya sin cuerpo,
sin mentiras y sin ningún dolor.
Quiero morir. Morir en ti. En tus labios.
En los trescientos kilómetros
que recorres cada noche para contarme
tantos silencios, tantas manos adentrándose
allí, en el fondo de mis muslos, donde soy,
donde empieza el olvido de lo que fui.
Si tú quieres, quiero yo dejar de ser yo
Y empezar a ser tú, amor estrella,
Noche naranja y miel en nuestras lenguas.
Si queremos leernos nuestro cuento,
si quieres escribirme tus besos en mi espalda,
si quiero dibujarte colores en tu pubis.
Si quieres, no desees, no ilusiones,
no mires delante, donde está la caída,
el no, los relojes, las fechas, tu costado
cansado de cargarse los muros sobre sí,
rastreando recuerdos y proyectos.
Allí no estamos tú y yo.
Si quieres coger mi cara entre tus manos
y regalarle tu lengua a la mía,
en besos que no acaban nunca, nunca
muriendo porque se multiplican en ahoras
sin tiempo ni estructuras de arena.
Si quieres besarme, mira arriba, a lo alto,
A la nada que se estira más allá.
Ni roca, ni piedra, ni golpe. Solo aire,
Sólo lugares sin nombre.
Amor que es amor inquebrantable.
Que por eso es amor.
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