1 abr 2009

MEMORIAS DE OGIGIA (y II)



MEMORIAS DE OGIGIA (y II)

Prólogo

Un teletipo de Europa Press nos dejó helados en la redacción cuando nos informaba de la detención del autor por unas supuestas agresiones a una compañera de partido. Los que le conocemos intuimos que eran infundadas, más aún pensando que su detención se había realizado con un verdadero despliegue mediático y policial que iba a garantizar la máxima publicidad de la noticia.

Eugenio, nuestro autor, es y era una pieza a batir por el “sistema dominante” como a él le gusta llamar y, al parecer, todo estaba preparado para que una simple discusión sentimental y política se convirtiera en un escenario espectacular con el que toda la llamada por algunos “canallesca” se alimentara varios días.

Memorias de Ogigia es la historia autobiográfica del autor en su destierro en la ciudad de Rascaña, capital de la Isla de Ogigia, durante tres años en los que el amor, la pasión, y la lucha entre la verdad y la mentira son los auténticos protagonistas de este relato contado “in media res” o lo que ahora se llama “flashback” y que permite intercalar presente y pasado, sirviendo esta técnica literaria para la mejor interpretación de lo que aconteció.

El autor, de esta manera, se reconcilia con la verdad. La verdad como concepto absoluto ya que no escatima en asumir sus responsabilidades, mentiras y culpas en episodios verdaderamente difíciles de una relación presidida en todo momento por el afecto.

Por ello, Eugenio García Mayo, nuestro Ulises en Memorias de Ogigia, pide al lector que cualquier interpretación concluyente de su relato se haga, necesariamente, a la vista de todo lo contado. Los hechos aislados, vistos con la inmediatez de las cosas, nos impiden ver con perspectiva y claridad lo que verdaderamente pasó.

La profusión de datos y fechas, pero especialmente su voluntad de que la obra sea un verdadero acto de comunicación, despeja las dudas surgidas durante los acontecimientos que el autor nos describe desde su protagonismo en cada uno de ellos.

Eugenio García Mayo no quiere ser seudónimo de nadie, pues los hechos son conocidos y reconocidos por todos. O casi todos. Pero los argumentos, testimonios y documentos que se transcriben son la prueba incontestable de que estamos ante el relato de una historia de afecto con graves consecuencias para un proyecto político en el que muchos teníamos depositada nuestra esperanza.

Quien prologa tiene fundados motivos para pensar y afirmar en que el autor sigue siendo la única, la auténtica esperanza de una sociedad que está regida por políticos en su mayoría verdaderamente inmorales en el ámbito de lo económico, pues como ellos mismos han afirmado en más de una ocasión están en política “para forrarse” –repasen las cintas del caso Naseiro y determinados Autos del Juez Garzón, o son vagos, ineptos e incompetentes. Estos inmorales y deshonestos en bastantes casos son los que rigen y gobiernan nuestra sociedad.

El protagonista de esta preciosa e interesante historia, a caballo entre el documento histórico, la novela y el relato-ficción, es un idealista, un romántico, que aún cree que el cambio es posible y en la utopía de conseguir buenos gobiernos, a la manera de la Grecia clásica, culta y civilizada, muy a pesar de lo que roban, han robado y se han forrado, determinados políticos, que ni pagan trajes ni el seguro de autónomos de sus negocios privados que pasan a la cuenta del dinero de los contribuyentes, con todo descaro, lo cual sí que es una inmoralidad.

Decimos en nuestra hermosa y valentina a "lingua" que “Dels pecats del piu, Déu s´en riu”. Y es verdad.

Los beatos metidos a políticos –herederos de la manía de la Iglesia de preocuparse sólo por las tres rajas, la dos laterales y la central, como bien diría en clase un viejo profesor mío que enseñaba Antropología Teológica-, que no tienen ningún reparo en enriquecer a las empresas de sus hermanos y amigotes dándole concesiones y obras a mansalva y a organizar costosísimas y despilfarradoras fiestas, quisieron convertir ante los ciudadanos un discusión sentimental en un asunto de calado dectivo, que, al final acabó demostránsose que todo era un vergonzoso espectáculo mediático, sesgado, manipulador y calumnioso.

Quisieron destrozar a un competidor político, a un idealista, montando una persecución sobre su persona con la valiosa colaboración del medio más regado con dinero público indebidamente extraído de los castigados bolsillos de los contribuyentes. Pero, como buenos beatos, que saben de apariencias pero no de profundidades, no saben -pues tienen la moral muy laxa para todo- que con el pecado, necesariamente va la penitencia.

Intentaron montar con la celada un gran escándalo, que apenas duró una semana, y luego ellos sufrieron, sin que nuestro protagonista interviniera para nada, por motivos ajenos y bien distantes, un gran escándalo mediático, cargado de razón y motivado, con pruebas, con grabaciones policiales, declaraciones de imputados y procesamientos, que no va a durar una semana, que tal vez dure meses y que, de momento, ya se ha llevado la tormenta por delante imagen y prestigio si es que algún día tuvieron.

Quisieron destrozar a nuestro político protagonista y ellos mismos han activado con sus andanzas y malas compañías el temporizador, la espoleta, que les va a llevar indudablemente a la tumba política y quien sabe si a la cárcel algún día, porque o que les ha pasado, el mal que ha recaído sobre ellos no ha acabado, se prolongará en el tiempo y eso si no sale lo que realmente tienen que salir, las muchas cosas que aún desconocemos, pero que, como en la mili el valor, se les supone.

Son cadáveres políticos ya quienes un día, por una nadería, una anécdota tonta, quisieron destrozar al líder político que podía hacerles la competencia y desmontarles el descarado chiringuito que ostenta como lema “La vergonya no servix per a res”. Han comprobado en sus carnes que es cierta la vieja y anticuada máxima de “Quien a hierro mata, a hierro muere”.

Ellos ya no levantarán cabeza, les quedan cuatro cortadas de pelo, tres noches de lujosos hoteles, dos campeonatos de vela y uno de tenis. Aprovecharán para pulverizar más la caja pública, para arreglarse el saquito de cara a la despedida, uno va a tener sueldo vitalicio, además, por lo que ha hecho, mientras que nuestro protagonista seguirá –en medio del fragor de este relato basado en la mitología griega- empeñado en su viaje a Itaca, leyendo cada amanecer el precioso poema que anima a la utopía y escribiera el poeta griego Kavafis.



Si vas a emprender el viaje hacia Ítaca,
pide que tu camino sea largo,
rico en experiencias, en conocimientos.
A Lestrigones y a Cíclopes,
o al airado Poseidón
nunca temas,
no hallarás tales seres en tu ruta
si alto es tu pensamiento
y limpia la emoción de tu espíritu y tu cuerpo.
A Lestrigones y a Cíclopes,
ni al fiero Poseidón
hallarás nunca,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no es tu alma quien ante ti los pone.


Pide que tu camino sea largo.
Que numerosas sean las mañanas de verano
en que con placer, felizmente arribes
a bahías nunca vistas;
detente en los emporios de Fenicia
y adquiere hermosas mercancías,
madreperla y coral,
y ámbar y ébano,
perfumes deliciosos y diversos,
cuando puedas invierte
en voluptuosos y delicados perfumes;
visita muchas ciudades de Egipto
y con avidez aprende de sus sabios.

Ten siempre a Ítaca en la memoria.
Llegar allí es tu meta.
Mas no apresures el viaje.
Mejor que se extienda largos años;
y en tu vejez arribes a la isla
con cuanto hayas ganado en el camino,
sin esperar que Ítaca te enriquezca.

Ítaca te regaló un hermoso viaje.
Sin ella el camino no hubieras emprendido.
Mas ninguna otra cosa puede darte.
Aunque pobre la encuentres,
no te engañará Ítaca.

Rico en saber y en vida,
como has vuelto,
comprendes ya
qué significan las Ítacas.

Para nuestro protagonista, Itaca es su valentino Reino, su lengua e identidad, todo una diversidad unida y enriquecida por su pertenencia superior a la Sagrada Tierra Media que siempre defenderá. Y ésta Itaca no lo enriquecerá materialmente, aquí los que se están forrando de verdad son los caraduras que organizaron la emboscada político-mediática.

Nuestro protagonista, Eugenio García Mayo, ha hecho el camino, sigue haciéndolo ilusionadamente, idealista y romántico, para enriquecerse, no material ni económicamente, de ésta su peculiar y singular Itaca que, como dice el poema, es rica en saber y vida, y, añado yo, en dignidad y honestidad.

Conceptos estos últimos que sus adversarios políticos desconocen y que si algún día llegaron a tener, han perdido por completo.

B. Bueno
Periodista

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