
A caso debamos aprovechar la bonanza y recalar por sorpresa en sus playas y dar muerte a sus gigantes acostumbrados a tiranizar a sus subditos, invadir tierras extrañas, ocupar haciendas, destruir cosechas y devorar a sus habitantes en aterradores y sórdidos festines de antropofagia.
Me encomiendo a Atenea, mi diosa y mentora, protectora de mi misión. Que ella decida en mi sueño de hoy.
Y mientras la tripulación repara los daños de nuestra nave provocados por la última tormenta y abroquelan la mayor, aprovecho para rendir guardia a mi descuidado cuaderno de bitácora que me advierte –porque así lo anoté al partir- que hoy Penélope cumple 44 abriles.
Y yo aquí, a tantas lunas de ella y de Ítaca y, otra vez, rumbo a Troya.
¿Sabrá de mi estancia en la isla de Rascaña donde tantas noches y tantos días, hasta tres años, fui seducido por Calipso, la mas bella ninfa, con la promesa de mi inmortalidad?
Duerme la tripulación. Subo a cubierta y apoyado en la regala de la amura de estribor pierdo la mirada en la inmensidad de la noche de un mundo en el que todo está por hacer.
Primera Chrónica apócrifa de la reconquista de la nueva Troya en el año MMIX de la Era de Nuestro Señor.(Y II.)
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