Con esta frase, "echo de menos tu alfalfa" le arrancaba una sonrisa a Maria a 8.000 kilómetros de distancia. Ella estaba de viaje y yo aquí, como siempre.
Esta noche he pasado cerca de su casa tras recoger a un amiguete correligionario que trabaja por allí y con el que me he tomado unas cervezas tostadas en un conocido bar de la ciudad para hablar de nuestra vuelta a Troya.
Era la hora de cenar y me he acordado de lo buena cocinera que era. Pensaba que en ese momento estaría preparándole a Enrique una estupenda perca sobre un lecho de verduritas o una de sus ensaladas gigantes de "alfalfa" en las que mi apetito buceaba en busca de algo verdaderamente sólido.
Al llegar a casa he encontrado esta foto de mi album digital y compruebo la multitud de guarnición y sanos ingredientes con que ella cocinaba todo: cariño, ternura, amor, ansiedad, angustia, ilusión, miedo, un poco mas de amor, otra vez amor, comprensión...
He de reconocer que no fui un buen comensal y no supe o no pude corresponder a tan rico convite. Padecía una enfermedad común asociada a tormentosas tribulaciones provocadas por múltiples hipotecas, adhesiones y desdichas, todas ellas, al final, impeditivas.
Ahora las cosas han cambiado. Espero el día en que, como buenos amigos, podamos volver a Balansiya a leer al poeta, y a recordar los olores del almizcle y del céfiro en un nuevo osasis que nos salve de este devastador desierto.
1 comentario:
Puesssss..., va a ser que NO...
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