
“…Era verano del 84 o del 85 y hacía mucho calor y las ventanas del aula estaban todas abiertas. Paula salió al servicio a recoger un ejemplar del examen ya resuelto por Juan, que ya había terminado y entregado el suyo.
Paula lo entró en el aula bajo el refajo y con la cara descompuesta por el pánico a la pillada. Antes de entregarlo se lo pasó a Ana y a Begoña para que lo copiaran como Dios manda, y luego se lo pasaron a Josele….
Así, Begoña, Ana y Josele pudieron completar las respuestas y en el momento en que este último fue a devolverlo a Paula, la heroína de haberlo introducido -ya se acababa el tiempo del examen- algo debió de alertar al profesor que se levantó y empezó a caminar hacia nuestro grupo que se encontraba en el fondo sur del aula.
Josele, acojonado y ante la desesperación por el peligro que se cernía sobre el, hizo una bola con el ejemplar original, el de Paula, y lo tiró por la ventana ante el estupor de esta y de todo los compinchados. ¡Dios!
Paula, con una histeria contenida empezó a insultar con los labios a Josele con unos tenues “hijoputas” que a la salida de clase -y Paula sin examen- se convirtieron en estruendosos ¡HIJOPUTAS! que el pobre soportó estoicamente, entre súplicas de perdón, mientras acudían a recoger la copia lanzada desde la primera planta y evitar así dejar pruebas de una gran copiada".
Pues todo esto, a los postres de una buena comida y de buenos vinos, da más risa.
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