13 feb 2009

Quise morir a ti

Este poema me lo escribió hace unos días Gloria. Lo he guardado con celo y secreto porque es muy mío. Pero es tan chulo y tan bello que creo que debo compartirlo.
Sólo un poco.



QUISE MORIR A TI

Me debo a ti, radiante.
Lo supe siempre
y siempre estuve allí,
esperando, soñando.
A cuestas con mi mantra.
Dejando que rieran.
Primero, rebeldía
a sus fauces.
Luego, dolor profundo,
acumulado.
Pedía comunión con
su ignorancia.
Vino a mí, me abrazó.
Las locuras que ellos
presagiaban se cebaron
un rato en complacerlos.
Porque mi mundo, yo,
no existía en rincones
de ese espacio vacío y nebuloso
que ellos dibujaban para mí.
Me perdí en sus sentencias.
Y clavé mil puñales
en el aire. Retornarte
al osario de los tiempos.

Eso quise, mi amor.

Pero mis letras,
la tinta que me lanzó a la vida,
no permitían desprenderte
de mí. Colores y colores.
Risas. Caricias. Besos.
Todo eras tú.
Tú en todo. Cada suspiro, tú.

Y una tarde de enero,
este corazón virgen,
restaurado de máculas antiguas,
luminoso, expectante,
mas, cansado, agotado
de buscarte y no hallarte,
rasgó la vida. Paró
por un instante sus latidos.
Gritando, desgarrando vencido
el lecho de los sueños.
Apagué la pregunta.
Diseccioné mi alma
llevándola al suicidio.

Quise morir a ti.

Poniendo por testigo
la sangre de mi sangre.
Sus ojos me miraban,
suplicantes, no marches,
no te rindas. Si ahora
destrenzas el camino,
¿a dónde irá
aquéllo que nos diste?
¿Dónde te encontraremos?

De mis labios, entonces,
desde lo más lejano,
lo más alto, ajeno a mi querer,
escuché a mi garganta
rompiéndose en tu nombre.
Retando a los kilómetros
de letras que rayaban
tu aurora un día y otro más.
Dejé a la noche entrarme,
penetrarme tan hondo,
que mi entrega dolía.
Ví árboles y agua.
Ví remansos.
Contemplé, desde mi cuerpo
mudo, el óbito de hojas
labradas para ti.
Así, sin un lamento,
expiré.

Las horas que siguieron
me trajeron los grises.
Querían que aprendiera
a vivir sin el sol.
Sin gotas. Sin colores.
Sin mirarme en los ojos
de la luna.
Perdidas mis señales,
mi identidad, mi nombre.
Todo perdido en ti.
Y mi alegría, triste.

Color del textoUn rayo tímido,
delgado, acarició mis dedos.
Y, sin saber yo más,
delante de mis ojos,
un cielo, una montaña.
De todas, la más alta.
Una peña en su Color del textocumbre.
Susurro que besaba mis oídos.
No quiero que te vayas.
Y supe que eras tú.
Arenales en mí.
Ríos de lluvia nueva.

A Juan, mi amor.

8 Enero 2009

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