
Dice que es una cuestión de carácter: nació con tendencias suicidas y una pulsión irrefrenable por llevar la contraria. Le debe a su madre que ambos instintos no desembocaran en una muerte temprana, un cadáver exquisito. La madre, maestra, impartía sus lecciones con el niño en el cuco («nací en una tiza»), el mayor de sus tres hijos; luego le prepararía para exámenes de beca sentado entre sus alumnas adolescentes de la escuela municipal (Orihuela del Tremedal, Teruel, 1951). El primer sonido que recuerda Federico es aquel de «a, e, i, o, u», la cartilla recitada a coro por las niñas. Así pues y a base de becas, el niño, el joven Federico, Jiménez Losantos, llevando la contraria hizo buena carrera en la Filología y la Literatura (doctor en Hispánicas), y también en la contracultura de una Barcelona efervescente de Transición democrática. Era profesor y crítico literario, agitador cultural, poeta y ensayista, cuando le contagiaron la fiebre del periodismo de opinión (en el Diario 16 de Pedro J. Ramírez): allí encontró el perfecto antídoto a la muerte diaria.
R.Yo creo que sí, porque las órdenes tradicionales están desapareciendo y son sustituidas por estas nuevas y laicas, donde los kikos son los más poderosos. Cada una tiene su idea del cristianismo y va a lo suyo, y la Cope es un lugar de paso, no un fin en sí mismo, y si no le sirve para su estrategia prefieren liquidarla antes de que otros se aprovechen.
R. ¿A mí? Nada. Desde que quedé el primero en Catecismo en mi pueblo, siempre me ha ido bien con los curas. ¿Quieres decir con la Cope? Pues la verdad no lo sé, no lo entiendo, pero se ha rendido a la presión política.
R. Pues que decidió sumarse al coro de Rajoy, al bando posibilista. Estamos viendo un proceso de cambio de régimen, y lo que sobran son testigos molestos.
R. No, pero tengo la costumbre de no callarme y eso es muy desagradable para los que tienen cosas que ocultar. Hasta hace unas semanas, Cañizares era todo miel y azúcar, y de pronto se puso a la cabeza de la fracción contraria a Rouco, porque al no haber podido heredar su poder lo único que le queda es la ambición. Mi idea es terminar mi contrato y ya está, hasta San Federico, 18 de julio.
R. Pues aún no lo sé: el caso es que me hagan una oferta de buena fe y no un apaño para evitar que me vaya a otro sitio. El panorama de los medios, especialmente la radio, está cambiando a tal velocidad que no puedo aventurar nada.
R. Eso fue una metáfora: no pierdo nunca la ocasión de meter la pata. En todo caso lo último que haría sería echarme, por una razón fundamental: en plena crisis, si el 70% de la facturación es La mañana...
R. La mañana tendrá unos dos millones de audiencia, pero la cuestión ahora ya no es ésa, si no cómo hacer que una empresa sobreviva a esta crisis. Y si la facturación de este año del programa, sorprendentemente, ha sido superior al año anterior, ¿cómo vas a cargarte tu primera fuente de ingresos? Pues porque no es una decisión empresarial.
R. Quiero decir que no funciona con criterios empresariales: prescindir de los dos programas de más facturación [junto a él se iría César Vidal, conductor de La linterna] es un auténtico disparate. Pero no, propaganda es la que se hace con dinero público, como ocurre con este dislate de las cadenas autonómicas; todo lo que se paga con dinero privado es opinión libre.
R. No, es una suma de varias cosas. Hay un sector eclesial que está por el cambio que promueve el Mariano de ahora: seamos como el PSOE y heredaremos el poder; o sea, no alternativa sino continuidad. Otros pensamos que lo que España necesita es una regeneración radical de sus instituciones.
R. Si es que no se ha centralizado un carajo, lo que ha hecho es corromperse. Pero esto no es de ahora, empieza en los últimos dos años de Aznar y el pacto por la Justicia o el reparto de jueces, que se carga todo proyecto de regeneración institucional que empezaba precisamente por despolitizar la Justicia, y reformar el mercado de trabajo, y la educación, que es la clave. Lo que ocurre es que cuando Mariano pierde, por segunda vez, decide hacer de Gallardón, convoca el congreso búlgaro de Valencia y se deshace de quien le molesta.
R. Ahora soy el principal enemigo del P.P. Antes lo fui del PSOE y ahora, de los dos. Yo me las arreglo para ser siempre el malo: es una virtud que tengo. Pero sólo soy portaestandarte de mí mismo, y defiendo mi libertad de expresión, y si mi opinión molesta, pues mejor.
R. Estoy donde siempre: soy un liberal español.
R. Defender los derechos y libertades particulares sobre los del Estado.
R. Muchos colores, el arco iris completo.
R. No, yo predico la oposición al Gobierno, que es lo que tienen que hacer los medios de comunicación decentes: controlar al poder y meterle el dedo en el ojo. Esta es la diferencia entre una democracia (los medios controlan al poder) y una dictadura (el poder controla a los medios). Y aquí estamos más cerca de la dictadura del poder político, por culpa sobre todo de la superinflación de medios públicos.
R. No, porque Aznar era muy maricomplejines, y por eso se inventa la mamarrachada del centro.
R. ¡Qué va a existir!, pero ¿qué es el centro? ¿Cuál es el centro en la lucha contra la corrupción?: ¿estar contra la corrupción pero no mucho?, ¿estar a favor de la independencia de los jueces pero no demasiado? El centro es una gansada que nace de los complejos de la derecha en el tardofranquismo.
R. No en la base, la derecha social: la capacidad de movilización popular de la derecha contra el Gobierno, en los últimos años, ha sido impresionante, no existió ni antes de la guerra. Pero la derecha política sí es acomplejada, y de ahí que muchos digan: «Yo no soy de derechas, soy de centro»;Tú lo que eres es un gili... ¿Suárez era de centro?, ¡pero si era el secretario general de la Falange!, ¿cómo que centro? Será el centro de la dictadura, ¿no? Es una chapuza que viene de la Transición. Y Aznar, que fue quien rehizo la derecha, desde la oposición, ayudado por algunos medios y periodistas como Antonio Herrero, Pedro J., etcétera, planteó una regeneración total de las instituciones, pero cuando llega al poder se carga de raíz toda posibilidad.
R. Y corrompe y atonta. Aunque sólo fuera por el interés, debieran ser un poco más decentes.
R. Hasta donde uno es amigo de un político, tenemos una buena relación, me llevo bien con él.
R. Nunca he pagado una multa, está todo recurrido y, si hay Justicia en este país, seré absuelto de todos esos cargos. Las denuncias son un método típico de amedrentar; era una operación para acabar con la Cope cargándose La mañana o, lo que es lo mismo, la empresa. Son gajes del oficio, no es nada nuevo, sucede con todo aquel que moleste porque critica al poder.
R. Salvo de pobre... Al contrario, he tenido una infancia feliz, me he ganado la vida siempre con beca, con mi esfuerzo y trabajo.
R. No, jamás entraría yo en política, sólo me interesa como opción ciudadana, ¿pero como profesional? Vamos, antes me meto...
R. Me horrorizaría: andar todo el día engañando a la gente, empezando por tus colaboradores, qué duro. Mi primera y última vocación es la poesía, y la culpa de que esté en esto es de Pedro J. y de Antonio Herrero. Mi primer poemario lo escribí con 18 años, pero no lo publiqué hasta el 82. Luego saqué una antología de 30 años de poesía, pero la poesía no interesa a nadie, y a mí lo que me gusta es escribirla. Lo que sí publico desde muy joven es el ensayo, y una revista literaria de la Universidad Central de Barcelona, Diván, donde nace una generación liberal de escritores, pensadores y artistas. Fueron unos años maravillosos en los que todo parecía posible.
R. No, en absoluto. Me gusta mucho este concepto panteísta de la cultura oriental, donde hasta la vida de las piedras es sagrada. La poesía oriental me interesa porque encierra lo esencial poético, lo primitivo que no exige un discurso, y que es la iluminación: un destello que da sentido y trascendencia a una vida que tiene muy poco sentido y ninguna trascendencia, que no es si no un paisaje exterior que te remite a tu interior. Y de pronto un día, hace dos años, me levanté en mi pueblo, había nevado, y me puse a escribir haikus. Pero el haiku, de tan breve y puramente descriptivo, llega a ser una obsesión; al final vas por el campo, ves una basura y piensas, ¿le hago un haiku? Llega un momento en que ni ves la naturaleza.
R. Feliz, teniendo en cuenta que los niños son siempre seres atormentados. Fui muy querido por mis padres, y sobre todo por mi madre, incondicional. Esa confianza que te da el saber que tienes a la madre protectora detrás es un empujón que te dura toda la vida, y esto para el escritor es esencial.
R. En parte, y a mis profesores, entre los que tuve a Labordeta y a Sanchís Sinisterra, con quienes hice teatro, y al entorno. Mi madre iba para economista, pero le pilló la guerra. Entonces, con un cursillo se hizo maestra, como su padre, un republicano que después de vivir escondido como un topo murió al poco de terminar la guerra, de sufrimiento.
R. Me divertía. Dicen que tengo tendencia natural al espectáculo, pero creo que también esto viene del carácter alegre de mi madre, riojana: era un cascabel.
R. Fantástico: a esa edad lo que quería era salir del pueblo; luego la adolescencia fue más complicada. Estuve cuatro años becado en el internado de los pobres, que era del Frente de Juventudes.
R. Murió cuando yo tenía 16 años, pero llevaba dos años enfermo y me dio tiempo a hacerme a la idea. Tengo un recuerdo muy bueno de él, nos quería mucho, y eso es lo que te queda. Era una persona de origen humildísimo, pero con talento y una voluntad y determinación fortísimas. Era zapatero de oficio, hacía y arreglaba zapatos.
R. Es que el socialismo es el comunismo descafeinado: un radicalismo de izquierdas como de antes de la República. No, no, o vale el comunismo o vale el liberalismo. Y ahora, la única alternativa real a la dictadura progre del socialismo es una alianza lógica entre liberales no católicos y católicos liberales.
R. Yo no creo en la utopía, sino en la necesidad de llevar la contraria al sistema establecido, que tiende siempre a la corrupción y el abuso de poder. Hay que apoyar todo lo que sea poder antisistema, todo partido en contra del sistema establecido siempre que sea democrático.
R. No, en el PSUC me mantuve por obligación moral hasta el día mismo en que lo legalizaron pero, de cualquier modo, lo suyo no era el comunismo cavernario como el de ahora. Era una amalgama de oposición a Franco.
R. Sí, sí, estoy muy a gusto con las mujeres, y lo descubrí siendo niño, cuando mi madre me preparaba para los exámenes de beca e ingreso sentado en su clase de niñas adolescentes. Desde entonces me han parecido más interesantes que los hombres; las mujeres tienen trastienda, y por eso son más importantes en mi vida.
R. Me soporta bien, con una paciencia benedictina. Nos llevamos muy bien desde hace 35 años. De mi vida familiar no puedo más que hablar bien: he tenido suerte.
R. No, la radio es un género. Y a mí me han civilizado mucho mis dos hijos [el pequeño, 20 años, estudia comunicación; el mayor, doctorando en Cambridge y ya escritor].
R. Noooo, estoy encantado con ellos. Lógicamente, se preocupan de que a su padre no lo maten ni lo linchen.
R. Soy simpático cuando me interesa. Y si les amarga, ¿por qué lo escuchan? Que pongan a Francino y se echen a dormir. Esta manía de que hay que cerrar la Cope y taparme la boca es una cosa cubana, de dictadura. Aunque no deja de ser honroso que toda la basura totalitaria se concentre contra uno, a veces es un poco pesadito.
R. Lo que he sido es un inconsciente, nunca he sido miedoso; y esto es también cuestión de madre.
R. Bueno, yo es que en mi juventud no estaba mal, gustaba mucho. Era una época de enorme promiscuidad, y yo me movía en un ambiente muy gay (Ocaña, Biel Mesquida, Severo Sarduy, Copi...) alrededor de la Filmoteca. Pero yo entiendo que la opción sexual es algo personal y no una moda, y nunca me interesaron los chicos. Así que como me negaba, esto acrecentaba el interés.
R. Ya estamos con las mamarrachadas de la prensa de Barcelona: yo soy el primero que defendí las uniones civiles de homosexuales y convencí a Zaplana, que hizo un proyecto de ley. Lo que sí me parece mal es crear un conflicto innecesario con los católicos llamando matrimonio a lo que podría ser casamiento, unión civil, etcétera; el adanismo de Zapatero pretende inventar la vida y la historia, pero no se puede rescribir la civilización. Lo que pasa es que a la hora de caricaturizar al monstruo tocaba que fuera homófobo: lo siento, pero estoy a favor de la igualdad de sus derechos.
R. Me da exactamente igual, depende de quien la escriba; y como no tengo un sentido trascendente de la vida, vivo cada día como si fuera el último. Y como tampoco tengo fe, encuentro en la naturaleza el espejo del ser humano: es lo que va más allá de la cultura, lo que no controlamos y a lo que pertenecemos y nos sobrevive. Eso es lo que apunta este haiku: la vida es un tracto muy breve que se ilumina por la muerte, el final.
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