
27 abr 2009
-Freeman Dyson, el hereje del cambio climático.

A sus 85 años, este inglés se ríe de los ecologistas que siguen los postulados de Al Gore porque argumenta que «el cambio climático no es tan preocupante». Al reputado científico Freeman Dyson le tachan de loco e imbécil por asegurar que en Groenlandia «están encantados con el calentamiento global».
Durante más de medio siglo, el eminente físico Freeman Dyson residió discretamente en Princeton (estado de Nueva Jersey), en la antigua explotación agrícola, ahora cubierta de árboles, que es la sede del patrón para el que trabaja: el Institute for Advanced Study (Instituto de Estudios Avanzados), el colectivo con más sabios por metro cuadrado de Estados Unidos. Últimamente, sin embargo, desde su «salida del armario en lo que al calentamiento del planeta se refiere», tal y como el mismo Dyson se refiere a su postura sobre este tema, se ha montado un gran revuelo a su alrededor. Páginas de debate en la Red, secciones de cartas al director y el propio correo electrónico de Dyson rebosan de invectivas en las que este inglés de 85 años se ve calificado como «imbécil pretencioso», «estercolero de desinformación» y, quizás de forma inevitable, «científico loco».
Todo empezó un día en que a Dyson le dio por exponer que cualesquiera que fueran las alteraciones que el clima estuviera experimentando, «podrían ser una buena cosa porque el dióxido de carbono contribuye al crecimiento de todo tipo de plantas». A continuación, añadió que en caso de que los niveles de CO2 aumentaran de manera excesiva podrían reducirse mediante el cultivo masivo de «árboles consumidores de carbono», creados especialmente al efecto. A raíz de semejante afirmación, Eric Posner, profesor de Derecho de la Universidad de Chicago, repasó cuidadosamente el denso expediente de doctorados honoris causa que ha recibido Dyson (un total de 21, en universidades como Georgetown, Princeton y Oxford) y después insinuó que «quizás también fuera posible diseñar árboles que indicarán a los excursionistas la dirección correcta para que no se pierdan».
George, un hijo de Dyson, experto en historia de la tecnología, asegura que las opiniones de su padre le han alejado de muchos de sus amigos. Hay quienes sospechan que este anciano, un científico del siglo XX, por grande que haya sido, no es que esté equivocado, es que está directamente acabado, que ya no tiene la cabeza para nada. Sin embargo, según la respetable opinión del neurólogo Oliver Sacks, amigo de Dyson y, como él, otro inglés emigrado, el científico está lejos de ese tópico. «Sigue teniendo una mente abierta y flexible», afirma.
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