9 mar 2009

- La amenaza yihaidista y la ceguera de occidente

"Las civilizaciones, decía Toynbee, raramente mueren por obra de sus enemigos externos, sino que sucumben por causas endógenas. Y tenía razón. Sólo que a veces hay civilizaciones que, a la hora de suicidarse, necesitan un empujoncito."

Hugh Hewitt es un conservador americano sin pelos en la lengua. Su discurso, no apto para mariacomplejados, centristas y demás prudentes, es una valerosa y creo que certera prospección de futuro sobre la minusvalorización que hace Occidente del problema del yihaidismo al que renunciamos a comprender fruto del hiperracionalismo imperante en una sociedad donde hacemos del laicismo una radicalidad más.

El libro, "The war agains the west", se trata de una recopilación de entrevistas con quienes tienen algo que decir y aportar sobre la amenaza islamista.

Me gustaría subrayar el énfasis que todos los autores ponen en la incapacidad cultural de Occidente para entender el fenómeno del yihadismo. Prisioneros de una mentalidad laica e hiperracionalista, a los occidentales no suele resultarnos fácil introducir el fanatismo religioso en la ecuación política y de seguridad.

Lo normal es el recurso al desprecio, y que, por tanto, no se comprenda la verdadera motivación de Bin Laden y sus seguidores, por muy claras que sean sus amenazas y referencias coránicas.

En cuanto al yihadismo, cabe decir que es la expresión más violenta de un fenómeno social que está en su raíz y que lo alimenta: el radicalismo islamista. El adoctrinamiento en una cultura del odio, la venganza y el afán de recuperar el paraíso medieval perdido posibilita, justifica y ensalza las acciones de los terroristas. De ahí que para luchar contra la yihad sea indispensable cambiar las condiciones políticas, educativas y religiosas del mundo árabe y musulmán. En esta obra no deja de insistirse en ello.

Otro motivo de reflexión: el mundo occidental, impregnado de materialismo e instalado en la idea del progreso científico-técnico, sigue manejando una visión etnocéntrica que le hace mirar con superioridad la expresión de otras culturas. "Es imposible que unos moritos sean capaces de cambiar nuestro destino", se suele decir (curiosamente, en un país donde los moritos alteraron, y de qué modo, el curso de nuestra historia). Se tiende a despreciar y a infravalorar la amenaza que representa el yihadismo.

Y es que no concebimos un ritmo vital y estratégico distinto al nuestro. No entendemos lo que buscan, minusvaloramos su capacidad para hacernos daño. Y, repito, no nos creemos que de verdad quieran acabar con nosotros e instaurar un califato de corte fundamentalista. Eso es cosa de locos, concluyen tantos. Pues no: en estas páginas queda claro que los locos somos nosotros.

Por no querer ver. He aquí el segundo gran eje sobre el que pivota The War against the West: la crisis interna de Occidente. Nuestros enemigos están crecidos y se sienten fuertes –de hecho, lo son–, en buena medida, porque nosotros nos creemos débiles... y lo somos. La falta de confianza en nosotros mismos, la ausencia de orgullo por los logros de nuestra civilización; la guerra contra la religión, el calamitoso estado de la educación, la intolerancia del pensamiento único izquierdista, la podredumbre de los medios de comunicación –sobre todo de las televisiones–, todo ello nos lleva no sólo a no saber quiénes somos, sino al rechazo pasional de nuestras propias señas de identidad.

Y si no creemos en lo que somos y hacemos, estamos perdidos.

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