Veo en la Cuatro las devastadoras imágenes del ataque israelí a los campamentos palestinos en Gaza. Es especialmente abyecta la maniobra militar sobre un refugio de las Naciones Unidas para civiles donde han muerto más de 40 personas, en su mayoría niños.
Ayer escribía sobre la inocencia de los niños ante la magia de los Reyes Magos y me lamentaba de que tantos otros no supieran de ella. Aquí tenemos un ejemplo más de la barbarie del género humano y el multisecular odio racial entre judíos y musulmanes.
La guerra, por llamarlo de alguna manera, absolutamente desigual –si es que puede haber equilibrio en una contienda- entre Israel y Palestina provocará que la desordenada e inerme milicia yihadista la pague otra vez con este occidente donde la diplomacia ha ido de error en error.
La complicidad norteamericana y el seguidismo de Europa han hecho que la construcción del estado palestino sea todavía una quimera. Si Israel sigue impidiendo la reconstrucción del estado palestino y asedia cruelmente los campamentos de la franja de Gaza matando moscas a cañonazos volverá a poner en el punto de mira de cualquier terrorista musulmán a nuestras naciones y ciudades.
En este conflicto es muy sencillo tomar posición por Palestina. La ocupación israelí fue un contrafuero internacional y la brutal violencia del ejército sionista no tiene parangón. Pero el mundo árabe pierde inmediatamente su legitimidad al hacer cómplice de su tragedia a cualquier hijo de vecino occidental como infieles al Corán, asesinando masivamente a nuestra población civil en Atocha (Madrid) o en Londres.
A mayor abundamiento, la guerra demográfica iniciada por el islam contra occidente, y que hará que a la vuelta de 6 o 7 lustros la mitad de población europea sea de origen y religión musulmana, vaticina un futuro convulso que puede acabar en el holocausto del propio occidente. Y contra ésto poco o nada estamos haciendo o poco o nada podemos hacer.
La alianza de civilizaciones es claro un ejemplo de ello.
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