
LA RUPTURA DEL SISTEMA
La referencia en el anterior post (II) referencia al carácter sistémico de la actual crisis nos plantea el problema de la catalogación “filosófica” de la misma: ¿estamos ante una situación que significará el “fin del capitalismo”, o el fin de Occidente tal y como lo conocemos? Es decir: ¿estamos ante un “fin de ciclo” o ante una inminente “ruptura del sistema”, en palabras de Alain de Benoist? Sin entrar ahora a fondo en tal cuestión, apuntaré aquí que, en mi opinión, la situación en curso es similar —un reverso necesario— a la de 1989, cuando se produjo la caída del bloque comunista, necesariamente débil por estar sustentado sobre bases falsas. El Occidente actual también tiene pies de barro, en la medida en que sus bases filosóficas (fundamentalmente sofísticas, es decir, nihilistas) son igualmente falsas, aunque más duraderas que las del comunismo por estar ligadas al sistema de mercado (que, éste sí, es ampliamente “verdadero” y funcional, por estar arraigado en el funcionamiento correcto de la realidad).
La crisis bancaria en curso ha producido el saludable efecto de que nos preguntemos algo que, casi sin excepción, ha quedado hasta ahora en la sombra: qué es realmente el dinero. Los bancos que prestan el dinero a los particulares, en realidad “crean” ese dinero como “de la nada”. Es decir: los bancos no tienen el dinero que prestan, sino que lo crean al prestarlo. Si fuéramos conscientes de esto, sabríamos que, en realidad, el dinero no puede existir sin los particulares, por lo que, en realidad, son éstos los que lo crean, al comprometerse a realizar ciertas labores útiles socialmente que corresponderán a la cantidad prestada y “creada”. Los bancos, al ocultar este esencialísimo y singular hecho, afianzan su posición de dominio psicológico y financiero, mienten a su favor y manipulan la realidad. En el fondo, el dinero no es nada en sí mismo, y no puede existir sin el esfuerzo de los hombres, su compromiso y su confianza. Una película tan inmortal como ¡Qué bello es vivir! nos ofrece una lección inolvidable sobre la esencia del dinero: éste, en efecto, no es nada sustantivo, no es un ente con realidad propia, no es un dios ni un ídolo, sino que representa la traducción económica de algo mucho más profundo, real y hermoso: el trabajo y la inteligencia de los hombres, su unión fraternal, su fidelidad recíproca, su colaboración en pos de un florecimiento cada vez más intenso de la realidad en todos sus ámbitos. George Bailey –James Stewart en el film— pierde 8.000 dólares que suponen para su pequeño banco la bancarrota y el desastre; pero un ángel –Clarence— lo salva y le hace ver, en la riada de dólares que le ofrecen a manos llenas su infinidad de amigos al saber que está en apuros, qué es en realidad el dinero: es el signo objetivado del esfuerzo de los hombres y de sus mutuos lazos de unión. La actual idea de que el dinero puede “crearse de la nada” (base filosófica del dinero fiduciario o de curso forzoso producido por los Bancos Centrales) es, económica y metafísicamente hablando, lo más contra natura que pueda imaginarse.
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LA CRISIS ECONOMICA DE LA CRISIS DEL SISTEMA (IV)
¿MUROS ATENIENSES O VALOR ESPARTANO?
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