
Melville es la paleta en la que todo se mezcla, es el Shangri-La urbanita de todo escritor de costumbres, es la Colmena de Don Camilo, es el Bar de Rick en Casablanca reflejado en el espejo de Don Ramón. Por sus calles, Ugarte y el Signor Ferrari trapichean con los incautos de ultramar, y Rick bebe su whisky, solitario, en su mesa de melancolía, mientras el fantasma de Ilsa aún le dice “Richard, cariño, me iré contigo”.
En la mesa de un café, Marlow se toma un respiro en su viajar por el corazón de las tinieblas y sorbe ostras con Moët mientras, muy cerca de su figura, un grupo de actores, pintores, músicos y poetas brinda a la salud del viajero. Lo blanco besa a lo negro y a la inversa, el contraste se hace concorde y los labios ya añoran la convulsión de las reinas africanas cuando una de sus Gildas se deshace del guante que esconde los secretos de su piel de ébano, y toda su femineidad fulgura en todo su cuerpo, que en África la mujer se enorgullece de sus pechos, sus caderas y su sexo, que en África la mujer es mujer, y nada quiere saber del igualitarismo homogeneizante de sexos y caracteres.
En Melville aún caminan blancos con el coraje de sus ancestros europeos, como Juan Vercueil, de sangre italiana, alemana y a saber qué más, homosexual confeso proveniente de una familia de Testigos de Jehová, el cual cierra su pequeña empresa, que emprendió a la edad de dieciocho años, vende todas sus pertenencias y se embarca a cruzar el Atlántico en barco, a la antigua usanza, exponiéndose al infinito, Lord Jim en su memoria profunda.
La semilla de Europa no se encuentra en Europa, sino en América, África, Asia y Oceanía; la semilla pitagórica aún crece allá, ávida de saber profundo. Sólo en sus tierras pudieran crecer nuevas Atlantis, mientras la vieja y decadente Europa muere de su Alzheimer lobotomizante.
¿Cómo crear personajes como Rick o Lord Jim, si apenas existen en esa Europa de alma amojamada? ¿Cómo dar a luz a nuevos Conrads o Kiplings que se adentren en el corazón de las tinieblas o se abran a la magia del caos primigenio? ¿Qué Henry Miller o Ernest Hemingway se pasearán por una Europa que bosteza entre los algodones de su Democracia Social y Cristiana, esa Sociedad del Bienestar cuyo ancla es el miedo? ¿Para qué escribir sobre/para un país como España, que se regodea en la mierda y la ignorancia, que ya no habla, sólo brama, que vive sumido en un sopor de oficina y sofá entre semana, y cuyo único deseo es arrojarse a un estupor de borrachera vacía y superficial, que mea y vomita por las calles de su ciudad, que sólo cagar les faltaba? ¿Cómo escribir sobre ésta nuestra sociedad de los hombres sin alma: los zombis?
¡Ay, Platón, por tu mundo de las ideas nos anclamos en tú caverna! ¡Maldiciones al macedonio, su sustancia y su forma! ¡Vade retro a los tomasinos, que aplicaron la Teoría de la Computación en el ser humano, reduciendo su modus operandi a dos dígitos! ¡Ah, Descartes y su cogito ergo sum, que enterró al alma en la mentira de la razón! ¡Los dioses nos libren de imperativos categóricos! ¡Cómo tolerar el engaño de Hegel y su Historia progresiva! ¡Cómo dormir tras el advenimiento de materialistas y positivistas!
¡Dionisos bendiga por mucho tiempo este oasis más allá del bien y del mal!
No hay comentarios:
Publicar un comentario