24 abr 2009

-La familia de Camps

El presidente de la Generalidad Valenciana, Francisco Camps, debe de estar pasando unos día muy difíciles. La sensación de ridículo que se tiene en esos momentos, de culpabilidad o inocencia, es devastadora.

Pero es en su familia en la que quiero fijarme. Cuando uno es abruptamente sorprendido, espiado, fotografiado, grabado, calumniado, difamado, escarnecido, humillado o detenido con el consiguiente espectáculo mediático, insisto, dejando de lado la culpabilidad política mas que probada de Camps, la gente que sufre a su alrededor no tiene ninguna culpa.

Pienso pues en los hijos y los padres de Camps. En su mujer que, aunque le acompañó de la mano en esta aventura política, nunca llegaría a pensar que, junto con los sinsabores o placeres diarios que produce el trabajo y el oropel, estaba la amargura de ver a un ser querido vapuleado públicamente, siendo objeto de linchamiento generalizado.

Miro y remiro la foto de Camps en la romería de Castellón al Cristo de la Santa Faz y pienso que la verdadera romería es la que llevará por dentro pensando -ya no preocupado sólo por su futuro político- sino por el sufrimiento de los suyos. En las burlas y chirigotas que van a tener que soportar sus inocentes hijos en los recreos y a la salida del colegio.

El, que es y ha sido omnipotente política y mediáticamente en la Comunidad Valenciana y ha arrasado a sus enemigos sin piedad y compasión como bien mandan los cánones de la política, recibe ahora la misma medicina que tanto ha impartido o coadyuvado a distribuir entre sus adversarios.

Hay un momento en que piensas que es verdad que nunca te llegaste a plantear, ni antes ni durante tu carrera política, que la vergüenza, la tristeza o el abatimiento se podía cernir, no sólo sobre tu persona, sino sobre la de tantos inocentes que te rodean y te quieren.

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