
24 abr 2009
-La familia de Camps

Pero es en su familia en la que quiero fijarme. Cuando uno es abruptamente sorprendido, espiado, fotografiado, grabado, calumniado, difamado, escarnecido, humillado o detenido con el consiguiente espectáculo mediático, insisto, dejando de lado la culpabilidad política mas que probada de Camps, la gente que sufre a su alrededor no tiene ninguna culpa.
Pienso pues en los hijos y los padres de Camps. En su mujer que, aunque le acompañó de la mano en esta aventura política, nunca llegaría a pensar que, junto con los sinsabores o placeres diarios que produce el trabajo y el oropel, estaba la amargura de ver a un ser querido vapuleado públicamente, siendo objeto de linchamiento generalizado.
Miro y remiro la foto de Camps en la romería de Castellón al Cristo de la Santa Faz y pienso que la verdadera romería es la que llevará por dentro pensando -ya no preocupado sólo por su futuro político- sino por el sufrimiento de los suyos. En las burlas y chirigotas que van a tener que soportar sus inocentes hijos en los recreos y a la salida del colegio.
El, que es y ha sido omnipotente política y mediáticamente en la Comunidad Valenciana y ha arrasado a sus enemigos sin piedad y compasión como bien mandan los cánones de la política, recibe ahora la misma medicina que tanto ha impartido o coadyuvado a distribuir entre sus adversarios.
Hay un momento en que piensas que es verdad que nunca te llegaste a plantear, ni antes ni durante tu carrera política, que la vergüenza, la tristeza o el abatimiento se podía cernir, no sólo sobre tu persona, sino sobre la de tantos inocentes que te rodean y te quieren.
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