7 may 2009

-Saber más = no saber nada.

Fusilo del blog de mi Princesa del Río del Arenal esta divertida descripción que hace Gloria de las superpijas leguleyas que lo saben todo y que odian a todo bicho viviente de este ignorante y necio mundo.

La sonrisa les está auto prohibida. Los ademanes exentos de tensión, también. Se pasean por la moqueta con un aire de "Aquí estoy yo. ¿Quién eres tú para mirarme, pequeñez de la tierra?" .

Desde el cole están predestinadas. Hablo en femenino porque ellas son infinitamente peores que ellos. Por aquellas aulas infantiles y adolescentes, ese paseo era idéntico al que practican hoy.

Entonces con menos seguridad (¿?) que ahora. Y es que ese tipo de seguridad, tan sumamente artificial, que transparenta una escafandra profusa y difusa, es la indumentaria del no saber nada. No saben nada de las relaciones humanas, del trato social, de la educación. El conocimiento y reconocimiento de esos tres puntos es clave para dirigir un equipo de trabajo. Sin ellos, tu super mega pitagorinismo declarado a los mil vientos y aposentado bien a sus anchas sobre el analfabetismo y palurdez de ese pobre prójimo que hace lo que puede, justifica por sí solo la miopía que les aqueja no sólo en sus diminutos ojitos (casi todas los tienen pequeños, ¿por qué será?) castigados por un flexo raído, única compañía en sus tiempos mozos.

Lo más diver es que, después de haber elegido ese rol tan limitado, la amargura trepa por sus grises jornadas, al tiempo que sus cumpleaños. Y así, sobreviviendo como no saben, subidas al culmen de la ignorancia del alma y lamentando su prisión cuando están a solas consigo enfrente del espejo del cuarto de baño (tiene que ser ése porque es el más aislado de la casa cuando cierras la puerta), salen de sus refugios por la mañana, camino de la oficina, dispuestas a hacer pagar su errónea elección a todo el que se encuentran en unos "sitios" que no son sus despachos con acristalado en esquina. No sé para qué quieren la luz que entra por esos ventanales, la verdad, si ni se fijan en rayos.

La carne de cañón que más les provoca es la de un perfil de mujer madura, estilosa, que no alardea de saber ni profesional ni humanamente, pero que ellas perciben, porque sí, como una amenaza a sus gafas de culo de vaso y su pelo pegado a la frente porque no tienen tiempo de arreglárselo.

Pues, hermanos, en esta radiante mañana de mayo primaveral, permitámonos un brindis por esos lánguidos cerebritos que tratan de inudar la tierra con sus barrotes de matrícula de honor. Pero que, afortunadamente, tienen la batalla perdida de antemano. Porque el mundo es, ante todo, amor. Con él, llegas a cualquier parte. Sin él, adiós muy buenas.

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